Antes montaba grandes escándalos,
marchaba,
abría con una revolución la primera página del Expresso.
Estaba, seguramente, habituada a grandes poemas:
Os Lusíadas, la Divina Comedia.
Pero el destino decidió por nosotros.
Tiró a Barthes
bajo las ruedas de una furgoneta de lavandería;
contaminó a Foucault con el VIH;
encerró a Althusser en un manicomio.
Está claro que Dios no es estructuralista.
Podría escribirte un haiku
para simplificar la cosa.
Recuerdo a San Agustín, por ejemplo,
el verano de 384,
a una mujer en un cuarto
con un libro
leyendo
sin conseguir articular
palabra alguna.
("el cultural", traducción martín lópez-vega)
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